El poder sanador del caos: Cómo transformar la vida en relato



 El poder sanador del caos:

Cómo transformar la vida en relato

Por @Joaquin_Pereira

“Tantas veces me mataron, tantas veces me morí,

sin embargo, estoy aquí resucitando.

Gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal,

porque me mató tan mal y seguí cantando”.

María Elena Walsh

Durante el confinamiento por la pandemia en 2020 -cuando no sabíamos si estábamos en martes o domingo- descubrí un podcast de un psicólogo budista argentino que vive en Oslo. Escucharlo me hizo sentir que no estaba solo, que había otros miembros de mi tribu esparcidos por el mundo. Se trata de Lucas Casanova y su Budismo en zapatillas.

Luego de escuchar varios episodios de su podcast supe que había presentado una TEDx sobre cómo superó una delicada operación cerebral en la que le extrajeron un tumor. Me sentí identificado con él pues de alguna forma he vivido la misma sensación de atravesar una tormenta sin brújula. En mi caso no fue un tumor sino el exilio.

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En abril de 2022, Lucas Casanova publicó sus experiencias desde que le diagnosticaron el tumor hasta que pudo contarlo en aquella TEDx. Lo tituló El Poder sanador del caos.



Dentro de poco es mi cumpleaños -un día después del Vesak-, la máxima celebración de los budistas. Decidí autoregalarme su libro. Intuía que en sus páginas encontraría cierto tipo de iluminación. No me equivoqué.

Además de conmoverme con lo complejo de su proceso, me sentí gratamente sorprendido al notar cómo había logrado crear un argumento atrayente que mantiene en todo momento la tensión necesaria. Dicto talleres de escritura y por oficio me enfoco en desentrañar la estructura de los textos, como una especie de ingeniería inversa. Me imagino que aplicó las técnicas de las posturas del yoga a la hora de escribir: lograr que el cuerpo mantenga el equilibrio sin relajarse demasiado o contraerse.

En algún momento de la lectura me recordó uno de los libros de Joan DidionEl año del pensamiento mágicoporque se nota la lucha del protagonista por no caer en espejismos o recetas mágicas a la hora de enfrentar su situación de salud, incluida la mental.  En otros, el libro de Lucas Casanova me recordó los relatos sufíes –un método de enseñanza por historias- e incluso a las parábolas de Jesús –que revelan una verdad espiritual de forma comparativa.

El estilo utilizado por Lucas Casanova se parece a la escritura peligrosa de Tom Spanbauer que enseña en sus talleres de escritura: de manera minimalista, escribir sobre temas que causan miedo o vergüenza en el escritor, con el objetivo de explorarlos y expresarlos de la manera más sincera posible.

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A lo largo de todo el texto se notan dos habilidades de su autor: la sensibilidad para tratar con el dolor humano y la inteligencia para hilvanar un relato que no sólo lo involucraba a él. 

Construir una historia a partir de diarios personales siempre me ha generado inquietud. Es uno de los géneros más complejos de desarrollar, pues debe vencer algunos problemas claves si se quiere que funcione desde el punto de vista narrativo y pensando en el interés de los lectores.

En primer lugar está la exposición del autor, con el peligro de ser cuestionado una vez publicado el texto. Luego hay que pensar que una persona no es una isla, su vida está compuesta por una red de relaciones. Escribir sobre uno mismo inevitablemente pasa por hablar de otras personas. Entonces caemos en el espinoso asunto del manejo de la intimidad.

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Algunos autores como Anaïs Nin –Diarios no se pusieron límite al escribir sobre otros, no cambiaron los nombres o crearon personajes ficticios. Otros como Emmanuel Carrère –Yoga tuvieron que editar su texto para evitar ser demandados por las personas citadas.

Isabel Allende decidió contar su vida de forma ficcionada –La casa de los espíritus– , esa fue su defensa y su libertad. Leila Guerriero utiliza el lenguaje como un bisturí para contar su vida sin lastimar a las personas involucradas en sus crónicas –Teoría de la gravedad– , ese talento para decir lo que se quiere sin hacer daño.

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Luego hay que detenernos a pensar en un factor clave: por muy intenso o importante que sea nuestra historia personal para nosotros, eso no quiere decir que sea de interés para otros. Allí entra el trabajo del escritor para encontrar los nudos argumentales que mantengan la atención del lector.

No solo queremos saber cómo sorteó su problema personal el protagonista, necesitamos de un secreto o conflicto oculto que nos mantenga en vilo hasta la última página.

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Además del tema central del libro -la lucha para erradicar un tumor cerebral y el manejo de las secuelas que genera este tipo de intervención-, la historia de Lucas Casanova nos presenta una historia de amor y la revelación de un secreto doloroso. Esta combinación logra la alquimia narrativa perfecta que permite transformar un diario personal en un relato que resuene con los lectores.

Algunos utilizarán la experiencia de Lucas Casanova para atravesar sus tormentas personales. Otros descubrirán que el amor existe, que no ha muerto en una época signada por el aislamiento y la desconfianza. Y hasta los amantes del misterio se engancharán al relato queriendo desvelar la identidad del villano que le causó daño al protagonista.

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Me veo identificado con Lucas Casanova en varios aspectos: Yo también me he sentido una oveja negra que tuvo que resguardarse en los libros y en su mundo interno para sobrevivir en un entorno difícil. Al igual que él trabajé en el área de informática antes de mandarlo todo por el caño. Aunque yo me fui por el periodismo y él por la piscología, ambos hemos encontrado un camino del medio que nos permite calmar la mente y encontrar inspiración.

Durante estos cuatro años de exilio he trabajado con escritores que han transformado sus experiencias de vida personales en relatos. Unos más cerca de la ficción y otros al diario íntimo. Yo mismo estoy terminando de pulir mi propia historia como emigrante forzado.

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Además de la tensión narrativa y la sensibilidad, lo que más aprecio en los relatos de vida es la inclusión de referencias musicales, cinematográficas, artísticas o literarias.

Lucas Casanova nos va mostrando una serie de citas de los autores que lo han acompañado tanto en su camino en el budismo como en la convalecencia luego de la operación. También menciona trozos de canciones o películas para darle vida a determinadas escenas.

El epígrafe de la obra es de Rumi: “La herida es el lugar por donde entra la luz”. Esto me recuerda el Kintsukuroi, el arte japonés de reparar emociones y objetos. A Lucas Casanova la operación le dejó una cicatriz en la nuca. En vez de taparla, de ocultarla, la muestra con orgullo y al hacerlo les brinda a los lectores una luz que puede guiarnos en nuestras particulares tormentas.

Chogiam Trungpa Rimpoché dijo: “El caos siempre debe considerarse una excelente buena noticia”. Lucas Casanova señala que siempre tuvo obsesión por el orden como forma de controlar el miedo al caos. Me recordó cuando de niño me levantaba cada mañana en diciembre a reordenar el pesebre cuyas piezas se habían movido el día anterior.

Rumi dijo: “Tu tarea no es buscar el amor, sino simplemente busca y encuentra todas las barreras dentro de ti que has construido para separarte de él”. En esta época de aplicaciones para ligar, sexo vacío y soledad entre multitudes, encontrar a un vikingo –Andreas- y a un gaucho –Lucas- que vencen las barreras –de la distancia, del clima, del idioma, del temperamento- para estar justos, nos da una esperanza sobre la posibilidad que tenemos de arriesgarnos a amar. Como dice Lucas Casanova: La vida es aquí, ahora y así.

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El periodista JJ Benítez menciona en su libro Mágica Fe que todo lo que nos ocurre está monitorizado por una inteligencia amorosa. Me gusta creer en esto aunque algunas veces sea difícil de digerir por lo complejo de las situaciones.

El caos no nos permite resguardarnos en las antiguas estructuras mentales que nos brindaban la sensación de seguridad. Nos obliga a soltarlas y de esta forma nos hace libres. No sabemos de lo que somos capaces hasta que no nos queda otra alternativa. El dolor tiene carta blanca en este universo y debe tener un propósito: nunca somos los mismos luego de experimentar uno.

¿Qué hubiera sido de Lucas Casanova sin ese tumor? Quizá yo no lo hubiera conocido y no estuviera ya en este mundo escribiendo esta reseña. Gracias Lucas por brindarnos la luz que brota desde tu cicatriz.

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Si escribiera un guion para una película o una serie basada en El poder sanador del caos, lo comenzaría in medias res, cuando a Lucas se le rompió su mala en un vuelo hacia Buenos Aires e intuyó que su vida cambiaría. Esta escena me recuerda cuando de regreso de hacer el Camino de Santiago se me rompió mi vieria: fue el relámpago que anunciaba una tormenta, de la cual apenas estoy saliendo.

Cuando todo se derrumba, te queda solamente aquello que hayas cultivado”, dice Lucas Casanova en su libro. “Sólo tu obra te salva”, le repito continuamente a mis talleristas.

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