¿Dónde estabas cuando murió Hugo Chávez?
Por @Joaquin_Pereira
Llegaron al
mismo tiempo a las vitrinas de las librerías en noviembre del 2015. Sugiero iniciar
por el de Bocaranda y Arroyo, pues siguiendo la trayectoria profesional del
mejor “dateado” periodista venezolano podrás entender “aquellos barros que
trajeron estos lodos”.
El poder de
los secretos
Ya habrás
escuchado alguna vez como el desgaste de los partidos tradicionales llevaron a
un carismático militar proveniente de estratos populares a convertirse en
cabecilla de un movimiento de izquierda que sedujo a los venezolanos y contagió
a varios países latinoamericanos. Pero una cosa son los titulares y otras los
entretelones de las noticias.
Esas
historias que se entrelazan como una tela de araña sólo puede ser descifrada
por quien ha estado décadas detrás del “tubazo”, como se conoce en el argot
periodístico a una información importante y aún no divulgada: Nelson Bocaranda
se ha codeado con los principales protagonistas de la vida política de
Venezuela y como podrán ver en su libro la política tiene mucho de espectáculo.
Un
periodista casado de por vida con el género periodístico de la noticia mutada
en tiempos de Twitter en “runrunes” –con casi 2 millones de seguidores en esa
red social-, requirió de los buenos oficios de un destacado editor para
decantar en un libro el sinfín de anécdotas que lleva archivadas en su memoria
junto a su colección de chistes. Fue el joven periodista Diego Arroyo Gil quien
logró destilar los secretos del veterano reportero y presentarlo en un texto
sin ningún desperdicio, puro lomito.
Dos
detalles de la portada no quiero dejar de mencionar: en primer lugar, el
retrato de Bocaranda del fotógrafo Roberto Mata presenta un trabajo de edición
que se convierte en ironía pues resalta los ojos del periodista cuasi remedando
al icono de los ojos de Chávez que tanto han utilizado sus herederos en la
pasada campaña electoral por la conformación de la Asamblea Nacional; y en
segundo lugar está la tipografía usada en los títulos, esa Courier que nos
remite a las máquinas de escribir utilizadas en la vieja guardia, todo un
detalle para quienes amamos el oficio del periodismo y que no los edulcoramos
llamándolo comunicación social.
Pasando al
interior del libro, el lector descubrirá no sólo el poder que han tenido los
secretos para Bocaranda sino más bien su red de contactos ganados a pulso en
las innumerables horas de vuelo tras la noticia. Además de responder a las
dudas que todavía se tienen sobre el tipo de cáncer y el lugar y día del
fallecimiento de Hugo Chávez, el libro nos brinda un ramillete de otros datos
jugosos: ¿sabías que el avión donde murió el animador y aspirante a presidente
Renny Ottolina estaba preparado para que viajara otro político?; ¿creerías que
Bocaranda pagó por el funeral de un presidente venezolano en Nueva York?; ¿te
gustaría saber qué presidente norteamericano becó a Bocaranda para que
estudiara en Estados Unidos luego de que éste se arriesgara a entregarle una
tarjeta cuando cubría la visita del mandatario al país?
Estas son
sólo algunas de las curiosas historias que podrás conocer y lucirte al
comentarlas con tus allegados luego de leer El Poder de los secretos.
Patria o
muerte
Luego de
disfrutar de una visita guiada por la historia del poder en Venezuela
-“chapeando” con el carnet de periodista de Bocaranda-, te invito a que
desentrañes el enigma de la sociedad venezolana que vivió y sufrió a Chávez por
medio del verbo poético de Barrera en Patria
o muerte.
Y
efectivamente esos barros –adecos y copeyanos- trajeron estos lodos
-chavistas-, los que se muestran en la conmovedora foto de la portada del libro
en la que se ve a una inocente niña abriendo una puerta sin fijarse aún en la
suciedad del piso.
Un poco a
lo Short Cuts de Robert Altman,
Barrera logra entrelazar historias paralelas de personajes que aparentemente no
tienen nada que ver entre sí salvo la omnipresencia –u omniausencia- de Hugo
Chávez. Combina de forma magistral un exquisito manejo del lenguaje con una
visión sociológica precisa y sutil.
En un país
altamente polarizado en torno a la figura de Hugo Chávez y la cuasi religión de
quienes quieren perpetuar su legado, hay un sector de la población que pocas
veces es tomado en cuenta en el vaivén de discusiones sobre el tema: los niños.
Y precisamente son dos niños los personajes más metafóricamente poderosos en el
relato de Barrera, convirtiendo su estupor en un reflejo de lo que el país
entero vivió –y aún vive- tras la muerte del carismático caudillo.
Pareciera
que escribir sobre personajes con cáncer le ha dado buena suerte a Barrera, con
Patria o muerte obtuvo el XI Premio Tusquets Editores de Novela, y con su
anterior novela La enfermedad recibió el Premio Herralde. Un tema tan
devastador sólo es posible de comprenderse y de describirse usando las palabras
con cuidado quirúrgico, y el escritor ha demostrado en ambos casos que es un
cirujano del lenguaje de pulso firme.
Para muchos
parece casi increíble que millones de personas se vieran seducidas por el verbo
de Hugo Chávez, mucha tinta ha corrido en innumerables artículos y ensayos
tratando de explicarlo. Barrera logra en uno de los capítulos del libro
desentrañar el misterio al mostrar un monólogo de un personaje que comienza el
resumen de su vida con la frase “Yo fui pobre desde siempre” y explica como
Chávez cambió su vida: “nosotros sentíamos que no éramos nadie, que no teníamos
valor, que no importábamos… Chávez me enseñó a ser yo y a no tener vergüenza”.
Pero no
crean que la novela es una apología del chavismo; como bien observó el nobel
Gabriel García Márquez cuando lo conoció, Hugo Chávez eran dos personajes en
uno, y esta idea es reiterada por Barrera en su libro: santo y demonio, líder y
temeroso, salvador y alcahuete,… la dualidad era su principal característica y
la división que generó entre los venezolanos su más dramático legado.
Mi Chávez particular
La voz de
Chávez fue un rumor de fondo que acompañó a todos los venezolanos durante
veinte años desde que lo escuchamos en
televisión con su “Por ahora”, luego de entregarse tras su frustrado
intento de golpe. Acompañó nuestras celebraciones y nuestros duelos, nuestros
miedos y esperanzas. Aún sufrimos el eco de esa voz.
La primera
vez que lo vi de cerca fue en 1998 sobre un improvisado pódium cerca de la estación
del metro de Petare, al Este de Caracas. Como si de repente sintiera un mal
presentimiento, ese día tomé la decisión de pedir la doble nacionalidad a la
que tengo derecho por ser hijo de portugueses; algo me decía que el país caería
en una espiral de destrucción luego de la ascensión al poder de ese militar
bocazas. No me equivoqué.
La próximo
vez que lo tuve cerca fue el día en que se realizaba una misa por la graduación
de mi corte de periodismo en la universidad Central. Para entonces ya trabajaba
en una agencia de noticias y no pude asistir a la ceremonia religiosa porque
tuve que cubrir la inauguración de la estación del metro Zona Rental con la
asistencia del primer mandatario nacional. No fui a una misa católica para
terminar yendo a un encuentro cuasi religioso por lo que comprendería después:
alrededor de Chávez se ha formado una secta que podríamos calificar de
destructiva por sus efectos devastadores sobre todos los ámbitos del país.
Ya como
periodista graduado tuve la oportunidad de estar presente en el set de uno de
los programas dominicales de televisión Aló Presidente. Puedo confirmar la
existencia de ese personaje dual que retrata muy bien Barrera en su novela
cuando presenta una escena similar.
En otra
ocasión asistí a la premier de una película inspirada en el Caracazo –revuelta
popular sangrienta ocurrida en 1989-, a la cual asistía Hugo Chávez. El círculo
de protección en torno al Presidente era intimidante. A un par de asientos frente a mi estaba
sentado un individuo con un morral que despertó la sospecha de uno de los
escoltas, el cual se abalanzó sobre el individuo. Al final fue una falsa alarma
pero la tensión que generó el suceso me hizo afirmar: “más nunca veo una
película con Chávez”.
Años
después, cuando el mundo entero temía que el mundo se acabaría el 21 de
diciembre de 2012 y yo estaba en el santuario de la Virgen de Fátima en
Portugal, Chávez libraba las últimas batallas contra el cáncer en un quirófano
de Cuba. Cuando días después mirábamos los fuegos artificiales en la isla de
Madeira por el Año Nuevo, todos hablaban de dos personajes: Cristiano Ronaldo
–quién visitó su isla natal por 24 horas- y Hugo Chávez –que en las redes
sociales se aseguraba había fallecido-. Aún hoy muchos dudan de la fecha y
lugar de su muerte, inquietud que es tratada especialmente en los dos libros
sobre los que hablamos en este artículo.
Y ahora
cuéntame, realiza un ejercicio de memoria: ¿Dónde estabas cuando murió Hugo
Chávez?
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