¿Dónde estabas cuando murió Hugo Chávez?

 

Por @Joaquin_Pereira

 

Para tener una visión profunda y panorámica de la Venezuela contemporánea deberías leer dos libros: Patria o Muerte de Alberto Barrera Tyszka y El poder de los secretos de Nelson Bocaranda Sardi y Diego Arroyo Gil. Ambas publicaciones tienen un tema en común, la muerte del líder de la revolución bolivariana Hugo Chávez Frías.

Mientras el libro de Barrera muestra la vida de personas de a pie dentro de una historia de ficción con el telón de fondo de la realidad venezolana, el de Bocaranda muestra a protagonistas reales de la historia que por fortuna o desgracia manejaron el poder político y económico del país. Un libro está dirigido a nuestro lado derecho del cerebro y a nuestras emociones, el otro es procesado mejor por el lado izquierdo del cerebro, por nuestra racionalidad.

Llegaron al mismo tiempo a las vitrinas de las librerías en noviembre del 2015. Sugiero iniciar por el de Bocaranda y Arroyo, pues siguiendo la trayectoria profesional del mejor “dateado” periodista venezolano podrás entender “aquellos barros que trajeron estos lodos”.

 

El poder de los secretos

Ya habrás escuchado alguna vez como el desgaste de los partidos tradicionales llevaron a un carismático militar proveniente de estratos populares a convertirse en cabecilla de un movimiento de izquierda que sedujo a los venezolanos y contagió a varios países latinoamericanos. Pero una cosa son los titulares y otras los entretelones de las noticias.

Esas historias que se entrelazan como una tela de araña sólo puede ser descifrada por quien ha estado décadas detrás del “tubazo”, como se conoce en el argot periodístico a una información importante y aún no divulgada: Nelson Bocaranda se ha codeado con los principales protagonistas de la vida política de Venezuela y como podrán ver en su libro la política tiene mucho de espectáculo.

Un periodista casado de por vida con el género periodístico de la noticia mutada en tiempos de Twitter en “runrunes” –con casi 2 millones de seguidores en esa red social-, requirió de los buenos oficios de un destacado editor para decantar en un libro el sinfín de anécdotas que lleva archivadas en su memoria junto a su colección de chistes. Fue el joven periodista Diego Arroyo Gil quien logró destilar los secretos del veterano reportero y presentarlo en un texto sin ningún desperdicio, puro lomito.

Dos detalles de la portada no quiero dejar de mencionar: en primer lugar, el retrato de Bocaranda del fotógrafo Roberto Mata presenta un trabajo de edición que se convierte en ironía pues resalta los ojos del periodista cuasi remedando al icono de los ojos de Chávez que tanto han utilizado sus herederos en la pasada campaña electoral por la conformación de la Asamblea Nacional; y en segundo lugar está la tipografía usada en los títulos, esa Courier que nos remite a las máquinas de escribir utilizadas en la vieja guardia, todo un detalle para quienes amamos el oficio del periodismo y que no los edulcoramos llamándolo comunicación social.

Pasando al interior del libro, el lector descubrirá no sólo el poder que han tenido los secretos para Bocaranda sino más bien su red de contactos ganados a pulso en las innumerables horas de vuelo tras la noticia. Además de responder a las dudas que todavía se tienen sobre el tipo de cáncer y el lugar y día del fallecimiento de Hugo Chávez, el libro nos brinda un ramillete de otros datos jugosos: ¿sabías que el avión donde murió el animador y aspirante a presidente Renny Ottolina estaba preparado para que viajara otro político?; ¿creerías que Bocaranda pagó por el funeral de un presidente venezolano en Nueva York?; ¿te gustaría saber qué presidente norteamericano becó a Bocaranda para que estudiara en Estados Unidos luego de que éste se arriesgara a entregarle una tarjeta cuando cubría la visita del mandatario al país?

Estas son sólo algunas de las curiosas historias que podrás conocer y lucirte al comentarlas con tus allegados luego de leer El Poder de los secretos.

 

Patria o muerte

Luego de disfrutar de una visita guiada por la historia del poder en Venezuela -“chapeando” con el carnet de periodista de Bocaranda-, te invito a que desentrañes el enigma de la sociedad venezolana que vivió y sufrió a Chávez por medio del verbo poético de Barrera en Patria o muerte.

Y efectivamente esos barros –adecos y copeyanos- trajeron estos lodos -chavistas-, los que se muestran en la conmovedora foto de la portada del libro en la que se ve a una inocente niña abriendo una puerta sin fijarse aún en la suciedad del piso.

Un poco a lo Short Cuts de Robert Altman, Barrera logra entrelazar historias paralelas de personajes que aparentemente no tienen nada que ver entre sí salvo la omnipresencia –u omniausencia- de Hugo Chávez. Combina de forma magistral un exquisito manejo del lenguaje con una visión sociológica precisa y sutil.

 

En un país altamente polarizado en torno a la figura de Hugo Chávez y la cuasi religión de quienes quieren perpetuar su legado, hay un sector de la población que pocas veces es tomado en cuenta en el vaivén de discusiones sobre el tema: los niños. Y precisamente son dos niños los personajes más metafóricamente poderosos en el relato de Barrera, convirtiendo su estupor en un reflejo de lo que el país entero vivió –y aún vive- tras la muerte del carismático caudillo.

Pareciera que escribir sobre personajes con cáncer le ha dado buena suerte a Barrera, con Patria o muerte obtuvo el XI Premio Tusquets Editores de Novela, y con su anterior novela La enfermedad recibió el Premio Herralde. Un tema tan devastador sólo es posible de comprenderse y de describirse usando las palabras con cuidado quirúrgico, y el escritor ha demostrado en ambos casos que es un cirujano del lenguaje de pulso firme.

Para muchos parece casi increíble que millones de personas se vieran seducidas por el verbo de Hugo Chávez, mucha tinta ha corrido en innumerables artículos y ensayos tratando de explicarlo. Barrera logra en uno de los capítulos del libro desentrañar el misterio al mostrar un monólogo de un personaje que comienza el resumen de su vida con la frase “Yo fui pobre desde siempre” y explica como Chávez cambió su vida: “nosotros sentíamos que no éramos nadie, que no teníamos valor, que no importábamos… Chávez me enseñó a ser yo y a no tener vergüenza”.

Pero no crean que la novela es una apología del chavismo; como bien observó el nobel Gabriel García Márquez cuando lo conoció, Hugo Chávez eran dos personajes en uno, y esta idea es reiterada por Barrera en su libro: santo y demonio, líder y temeroso, salvador y alcahuete,… la dualidad era su principal característica y la división que generó entre los venezolanos su más dramático legado.

 

Mi Chávez particular

La voz de Chávez fue un rumor de fondo que acompañó a todos los venezolanos durante veinte años desde que lo escuchamos en  televisión con su “Por ahora”, luego de entregarse tras su frustrado intento de golpe. Acompañó nuestras celebraciones y nuestros duelos, nuestros miedos y esperanzas. Aún sufrimos el eco de esa voz.

La primera vez que lo vi de cerca fue en 1998 sobre un improvisado pódium cerca de la estación del metro de Petare, al Este de Caracas. Como si de repente sintiera un mal presentimiento, ese día tomé la decisión de pedir la doble nacionalidad a la que tengo derecho por ser hijo de portugueses; algo me decía que el país caería en una espiral de destrucción luego de la ascensión al poder de ese militar bocazas. No me equivoqué.

La próximo vez que lo tuve cerca fue el día en que se realizaba una misa por la graduación de mi corte de periodismo en la universidad Central. Para entonces ya trabajaba en una agencia de noticias y no pude asistir a la ceremonia religiosa porque tuve que cubrir la inauguración de la estación del metro Zona Rental con la asistencia del primer mandatario nacional. No fui a una misa católica para terminar yendo a un encuentro cuasi religioso por lo que comprendería después: alrededor de Chávez se ha formado una secta que podríamos calificar de destructiva por sus efectos devastadores sobre todos los ámbitos del país.

Ya como periodista graduado tuve la oportunidad de estar presente en el set de uno de los programas dominicales de televisión Aló Presidente. Puedo confirmar la existencia de ese personaje dual que retrata muy bien Barrera en su novela cuando presenta una escena similar.

En otra ocasión asistí a la premier de una película inspirada en el Caracazo –revuelta popular sangrienta ocurrida en 1989-, a la cual asistía Hugo Chávez. El círculo de protección en torno al Presidente era intimidante.  A un par de asientos frente a mi estaba sentado un individuo con un morral que despertó la sospecha de uno de los escoltas, el cual se abalanzó sobre el individuo. Al final fue una falsa alarma pero la tensión que generó el suceso me hizo afirmar: “más nunca veo una película con Chávez”.

Años después, cuando el mundo entero temía que el mundo se acabaría el 21 de diciembre de 2012 y yo estaba en el santuario de la Virgen de Fátima en Portugal, Chávez libraba las últimas batallas contra el cáncer en un quirófano de Cuba. Cuando días después mirábamos los fuegos artificiales en la isla de Madeira por el Año Nuevo, todos hablaban de dos personajes: Cristiano Ronaldo –quién visitó su isla natal por 24 horas- y Hugo Chávez –que en las redes sociales se aseguraba había fallecido-. Aún hoy muchos dudan de la fecha y lugar de su muerte, inquietud que es tratada especialmente en los dos libros sobre los que hablamos en este artículo.

Y ahora cuéntame, realiza un ejercicio de memoria: ¿Dónde estabas cuando murió Hugo Chávez?

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